"...Anoche en mi cama durmió
un traidor, anteanoche un nihilista. ¿Cuánto hace que vivo esta pasión
agotadora de alternar mis deseos? ¿Por qué intento continuar con uno lo que no
pude terminar con otro? ¿Acaso necesito vivir subrayando la diferencia? ¿Qué es
toda esta emoción antigua que invade al silencio cuando me doy cuenta de que
aún respiro?"
"...Era bello y vestía bien,
recuerdo muy nítidamente un trajecito azul celeste, marca italiana, que
combinaba con unos zapatos italianos."
"...Esa noche iniciática,
cuando no quiso hacerme el amor a causa de mi nombre, lloré como una magdalena,
sin consuelo. Él se desentendió y olvidándose de mí se sumergió en la lectura.
Muchos años después, ahora, me confiesa que fingía leer para ver como yo
reaccionaba. Yo reaccioné de la manera menos esperada: tomé un manuscrito de su
mesa de trabajo. Eran versos dedicados a Yocandra. De buenas a primeras sentí
unos celos sordos, de esos que dan ganas de golpear las paredes, pero me
contuve. Inmediatamente quise ser aquella mujer que tanto amor y dolor había
inspirado en aquel sabio. Me maldecía por no haber nacido como ella, en otro
país, conocer otro continente, no quería ser yo."
"...Él me persiguió, no pudo
resistir la tentación, me le antojé candorosa, empapadita, el agua
transparentaba mi vestido y sus dientes hubieran querido volar para marcar mi
dura carne, mi “señora piel”. Yo estaba lista para sus mordiscos, un ser para
traicionar.
Después de aquella vez hubo otras
persecuciones. La segunda vez me preguntó si yo era virgen. Claro que respondía
que sí. Él no podía admitir aquello, si yo era virgen alguien tenía que
desvirgarme, pero jamás él. Él no se atrevía a romper algo tan delicado y
húmedo, ¡el himen! (¿Cómo iba a sospechar que mucho tiempo después, y muy a
menudo, iba a desgarrar zonas más sensibles en mí: la dignidad, el alma, y toda
esa mojonería tan importante para nosotras?) Yo tenía que irme otra vez y
volver rota.
Yo esperaba el oscurecer para
restregarme en el muro del Castillo de la Fuerza con un expreso político de
cincuenta años. Él acababa de obtener su libertad. Fue una aventura hermosa,
algo sufrí con ella, pero me inició en las lecturas diferentes. Por él conocí
La tregua, de Mario Benedetti."
"...El Traidor-anegado en
llanto- me abrió la puerta y por ella salió, no una jovencita asustada, sino un
himen criminal. Un himen dispuesto a matar el primer pene que se atravesara en
su camino. Salvo el amado."
"...Yo sólo quería-y todavía
no sé por qué- de una manera brutal, enfermiza, que ese hombre me amara. El
Traidor desvirgó mi inocencia, si hoy soy despiadada es por su culpa. Era el
destinado a violar mis sueños y lo hizo cruelmente. Era el que debía mentirme y
me mató a mentiras. Era el que marca, y aquí estoy cubierta de cicatrices. Él
nunca lo sabrá, no está preparado. Yo lo amé como sólo puede hacerlo una
adolescente. Fue el primero que quise, y eso, de cierta manera, lo convierte en
excepcional."
"...¿Olvidé? No, no olvidé
pero me dio una manía de enamorarme. Ya no soy aquella muchachita llorona y
templona. Ahora me paso el día pensando en las musarañas."
"...El Traidor me tocó a la
puerta una mañana, era domingo y habían transcurrido varios años, en sus manos
se marchitaba una orquídea....y yo estaba sola. Y quise salvar la sedienta
flor. Y él daba pena lo malmacho que se había puesto. Y yo sabía que lucía
radiante con mis treinta años. Y ¿por qué no? Lo dejé pasar."
"...Invoco a mis Orishas: ¡Denme fuerzas ¡ Tal
vez debiera ir a lavarme los dientes, a peinarme, a cambiarme de ropa. ¿Por qué
estoy tan ceremoniosa? Tengo miedo, coño, eso sí. Por eso hablo de esto y de
aquello y de lo otro y de lo de más allá. Porque ahora veo miles de balsas
repletas de cadáveres en el mar. Porque tengo el miedo más grande del mundo.
Por eso chachareo y chachareo. Para impedirme comenzar. Para evitarme iniciar
la frase. Para autocensurar las palabras que, como unas locas, unas putas, unas
hadas, unas diosas explotan desaforadas con la tinta de la pluma que mis dedos
aprietan. Porque, hay amigos muy grandes que murieron, otros que se fueron y
otros que se quedaron. Todos aquí, dentro de mí. Dentro de las palabras que no
sé más si soy yo quien las escribe. O sin son ellas las que me escriben a mí..."