domingo, 8 de febrero de 2009

De cuántos huevos te gusta la tortilla?

Un día de esos normalitos, donde luce el sol y el frío es el justo para que dejes un rato abierta la ventana sin que toda la barrita de incienso se esfume en segundos por la ventana. Estás duchada y peinada, con la cara relajada. Te recoges el pelo en una cola, te colocas un par de tejanos y una camiseta vieja, de algún concierto. A los peques les han recogido sus abuelos, los cuales practican qué es eso de estar jubilados, para ir a dar una larga vuelta. Parece que a ninguno le importa si tú vas, así que decides quedarte, porque es tiempo regalado, con el que no contabas. Tiempo de calidad (crees).
El móvil está en silencio desde la noche pasada. Cuando te acercas a él, descubres un par de llamadas de un número fijo, desconocido. No haces nada, pero te quedas con esa curiosidad del "quién llama un par de veces un sábado al mediodía". Cuando te has olvidado del tema, vuelven a llamar, mismo número. A la segunda frase reconoces la voz, te está gastando una broma. La aceptas porque es divertida. -"Ya está aquí otra vez"- piensas mientras declinas la invitación para comer. Le dices que ya tienes la comida: espaghetti a la boloñesa...dulces. No le dices que es una receta de tu madre. Tampoco que era lo que íbas a comer con los peques. Pero él quiere verte y pide que le invites. Dice que traerá algo de beber y media docena de huevos poque también podéis hacer una tortilla. Cuelgas y vas a mirarte en el espejo del lavabo. Tu cara sigue siendo relajada y decides no maquillarte. Hace algo de frío, así que cierras la ventana y mueves la caja de incienso hacia el suelo. Antes de salir de la habitación, te pones la chaqueta negra, cremallera hasta el cuello.
Piensas en eso de que atraes lo que eres y sientes una extraña curiosidad por ver si es verdad.  Después piensas en Anna y su teoría de que cuando un hombre insiste en venir a visitarte es porque quiere abrazarte (piensa bien). Entonces llega...
Han pasado cuatro meses pero a él le sigues gustando, probablemente lo hayas hecho siempre, pero ya sabes la manera que tiene de demostrarlo. Trae cerveza y media docena de huevos pero para entonces ya sabes que no ha venido a comer: ¿a abrazarte entonces?
En minutos ya está hablando de lo mismo. No hay nada nuevo en la conversación. No filtras, no recibes nada, es más, hueles su pensamiento. Cree que lo está haciendo bien y que todo esto va a acabar en una escena de amor. Le hueles la seguridad de que esta es la definitiva porque coquetea y se luce. Se mueve y gesticula, algunas veces serio, otras picarón. Acaba una frase y provoca un primer contacto físico al poner su mano en tu hombro. La deja unos segundos, después la retira lentamente.
Tú le miras, hablas poco y también sobre lo mismo. Pero esta vez estás más apagada, así que le vas a decir más. Le miras y te sientas a su lado. Él tampoco te escucha, no filtra, no recibe nada. Así que no te entiende cuando le dices que te has cansado de escucharle.
Vuelve a llegarte su seguridad. Vuelve a explicarte algo y esta vez deja la mano en tu rodilla. No la quita y mirándote a los ojos, confiesa que se muere de ganas por besarte porque ni a besarte ha llegado. Para entonces, tu decepción se ha convertido en rabia y piensas que ha llegado el momento de, como siempre pasa en estas historias, cerrar la puerta y que ya no corra el aire*.
Le miras con la cabeza semiladeada, entornando los ojos mientras se perfila una sonrisa pícara en tu cara. No sabe que lo único que haces es pensar en lo que vas a hacer con él. Te pide un abrazo, quiere añadírselo al beso pero se queja porque no es un abrazo fuerte pero lo que no es es cálido. Un poco de saliva, un reseguir de uñas en la espalda, un cuello tenso y nada de olor ¿qué hace un felino con una presa tan fácil cuando no tiene hambre? jugar...
Díselo, dile que no tienes ni para empezar con él. Que no se ha enterado de nada y pregúntale si no se siente ridículo. Ridículo por no cabrearle porque lo que en realidad te tiene es dolida y muy cabreada por haber invadido tu espacio y tu tiempo regalado de esa manera; con tantas pretensiones y miedos. Le enseñas las uñas y se las clavas bien hondo. No ha dejado de provocarte desde que apareció. Tú llevas muchos meses tranquila y no estás dispuesta a que un cualquiera se relama por haberte tocado. Hazlo todo con humor...escuece menos.
Muy bien. Ahora calienta esos espaguetis, tira su cerveza y acaba de servirte la tuya. Saca los huevos de la caja y colócalos detrás del único que hay por gastar en la nevera. Ponlos detrás pero antes mira la fecha de caducidad de esos huevos no sea que también estén caducados.
Comes en silencio, tanto que hace que reflexiones sobre lo que acaba de pasar y el lado que han destapado en ti. Imaginas las caras de alivio de las amigas, las versiones que podrías dar de la historia, lo divertida o patética que puede llegar a ser según los ojos con que la mires, así que decides seguir guardando silencio también. A él, le pones la melodía del grupo llamado Z, los del "I want none of this" de Radiohead. Ya sé que es una lástima no tener recuerdos físicos para poder deshacerte de ellos pero es lo que hay chica. Al final me crees ¿no? ¿ves cómo este chico no te ha dado nada de nada? bueno sí: ¿sus huevos? :-)
Nota del traductor: Mención a los Cds Que Corra el Aire, los cuales la protagonista echa de menos, dato que nos hace entender el grado de taponamiento emocional en el que el personaje se encuentra en estos momentos...)