jueves, 19 de octubre de 2006

El Rey León II



Hoy podría escribir sobre lo contenta que estoy de que el peque, por fin, se haya integrado en la clase de Taekwondo, aunque sólo haga dos cosas, sobre la ilusión que tiene mi hija del fantástico fin de semana que le espera con mis padres. Sobre lo bien que me sienta bailar danza oriental, ayer hicimos meditación con Teardrop de "Massive Attack" o sobre las veinticuatro horas que estoy a punto de pasar al lado de un personaje muy diferente a todo.

Pero hoy Luís ha vuelto a entrar con la boca muy abierta. Su madre dice que anoche tuvo anginas...anoche, hoy no. Es el segundo día que entra así. A medida que avanza la mañana, su cuerpo también empieza a desencajarse un poco. Hoy es jueves. Los dos primeros días de la semana casi todo el mundo recibió parte de esa rabia, que más tarde su madre me confiesa "-No sé dónde está la raíz, no sé qué hacer-". No sé cuál de las cabezas que piensan por Luís en formato adulto decidió subirle "un poquito" la dosis, para calmarle y lo ha hecho, hasta el punto de tener que pasarle un pañuelo porque de lo "calmado" que está, no nota ni la fina estela que la saliva va dejando en su rostro.

Era mi hora de comer pero no podía dejar el trabajo. Toda la familia ocupada, la abuela paterna que no quiere saber nada y una madre que está haciendo cola en Hacienda intentando solucionar más problemas. Ha dejado de trabajar para poder atenderle mejor pero ahora ¿qué?  ¿podrá con todo?.

Me costaba moverme, más que nada porque ya agotado, me escuchaba y me miraba, así que mi síndrome del "pobrecillo" me ha instado a decirle - "Yo voy a comprar una cosa muy rápido y ahora mismo vengo. Hoy hay sopa, prueba un poquito que eso sí que puedes comerlo"-, como si fuera su madre pero ya no le venía de media hora más esperando a que alguien de su familia apareciese por la puerta. Anginas? Todo esto por unas tristes anginas?
¿Cómo va a creerse este niño que, a lo largo de su vida, irá encontrando gente que puede que no desaparezca, que se le quiere y que él también es muy cariñoso?

Esta mañana, el secador me ha explotado en la cara. He tenido la chispa muy cerca y un montón de humo ha llenado el lavabo. Me picaban los ojos, así que me he sentado en la bañera, apretándome los ojos con las manos. Al abrirlos no había luz y no sé durante cuanto tiempo, he imaginado mi vida con esa gama de grises. Aún así, me ha costado un poco descubrir que lo que había saltado era el diferencial y no mi retina.